Título realmente inexacto. En realidad me perdieron en la feria (mi inefable familia), aunque la sensación fue que la feria ya se había perdido para mí.
Es emotivo pasear solo entre las atracciones y evocar épocas pretéritas de imposible retorno.
Una peseta en el bolsillo y tener que escoger una sola atracción, en la que con aquel dinero podía subir. Ahora que podía subir a todas (no es fanfarronería monetaria, por favor) ya no me apetecía, aunque en algunas también era falta de valor, por no decir de otra cosa.
Como se añoran aquellos sentimientos de extrema fascinación por todo. No es que te imaginaras cosas, es que las veías, las sentías y la tocabas. A veces nos planteamos la pérdida de cosas, como la salud, el bienestar, la juventud, el amor, pero para mí la peor pérdida que sufrimos las personas es la pérdida de la ilusión. Ella por si sola es suficiente para llenar la vida.
Y en esto no hay disciplina que sirva para recuperarla. No es cuestión de voluntad ni de poner empeño en ello. O se tiene ilusión o no se tiene. La verdad es que no conozco a muchas personas que vivan perpetuamente ilusionadas, pero las que lo están, además, poseen mi envidia.
Nos endurecemos. Esta es la realidad. Y así se nos va formando una coraza protectora que no deja aflorar ni penetrar los sentimientos ligeros e inútiles que en realidad son los más preciados e importantes. Quizás la única salida que tenemos es la de proyectar o dejar fluir estos deseos en la figura de los niños, como si en ellos quisiéramos reencarnarnos.
Ahora disfrutamos (si no nos extraviamos) cuando ellos disfrutan, y nuestros ojos brillan cuando brillan los suyos, aunque la verdad es que este brillo no es el mismo en el que yo me veía. Es más de neón, es más difuminado debido al exceso de ilusiones colmadas que ahora tienen. Pero brillo al fin y al cabo…
Además me canse. Pero, como alguien puede cansarse en la feria? Es casi un pecado mortal, un sacrilegio. Pues si, además me sentía pecador.
Santa Úrsula la ventosa, como la llamamos. Feria querida, perdida y no recuperada. Día de sol y viento como está mandado. El persistente viento Mestral, Cierzo para los moradores del valle del Ebro, que cada año se va llevando algunas hojas de nuestra existencia; las que se van secando. Cierto que brotan de nuevas, pero cada vez menos y más pequeñas, pero también a la postre, más difíciles de arrancar.
Que se yo…un día subir a la más alta noria jamás construida y esperar a la más potente ráfaga de viento con la que poder despegar y aterrizar de nuevo, en la más prodigiosa feria de las ilusiones pasadas.
Es emotivo pasear solo entre las atracciones y evocar épocas pretéritas de imposible retorno.
Una peseta en el bolsillo y tener que escoger una sola atracción, en la que con aquel dinero podía subir. Ahora que podía subir a todas (no es fanfarronería monetaria, por favor) ya no me apetecía, aunque en algunas también era falta de valor, por no decir de otra cosa.
Como se añoran aquellos sentimientos de extrema fascinación por todo. No es que te imaginaras cosas, es que las veías, las sentías y la tocabas. A veces nos planteamos la pérdida de cosas, como la salud, el bienestar, la juventud, el amor, pero para mí la peor pérdida que sufrimos las personas es la pérdida de la ilusión. Ella por si sola es suficiente para llenar la vida.
Y en esto no hay disciplina que sirva para recuperarla. No es cuestión de voluntad ni de poner empeño en ello. O se tiene ilusión o no se tiene. La verdad es que no conozco a muchas personas que vivan perpetuamente ilusionadas, pero las que lo están, además, poseen mi envidia.
Nos endurecemos. Esta es la realidad. Y así se nos va formando una coraza protectora que no deja aflorar ni penetrar los sentimientos ligeros e inútiles que en realidad son los más preciados e importantes. Quizás la única salida que tenemos es la de proyectar o dejar fluir estos deseos en la figura de los niños, como si en ellos quisiéramos reencarnarnos.
Ahora disfrutamos (si no nos extraviamos) cuando ellos disfrutan, y nuestros ojos brillan cuando brillan los suyos, aunque la verdad es que este brillo no es el mismo en el que yo me veía. Es más de neón, es más difuminado debido al exceso de ilusiones colmadas que ahora tienen. Pero brillo al fin y al cabo…
Además me canse. Pero, como alguien puede cansarse en la feria? Es casi un pecado mortal, un sacrilegio. Pues si, además me sentía pecador.
Santa Úrsula la ventosa, como la llamamos. Feria querida, perdida y no recuperada. Día de sol y viento como está mandado. El persistente viento Mestral, Cierzo para los moradores del valle del Ebro, que cada año se va llevando algunas hojas de nuestra existencia; las que se van secando. Cierto que brotan de nuevas, pero cada vez menos y más pequeñas, pero también a la postre, más difíciles de arrancar.
Que se yo…un día subir a la más alta noria jamás construida y esperar a la más potente ráfaga de viento con la que poder despegar y aterrizar de nuevo, en la más prodigiosa feria de las ilusiones pasadas.