
Hay deseos inalcanzables, que por el solo hecho de serlo, los apartamos de nuestra mente para que no nos hieran continuamente, dada su imposibilidad de realizarlos.
Quizás sea muy pretencioso por mi parte creer que todo el mundo desea lo mismo, pero pienso que la eterna juventud es una cosa muy difícil de rechazar, por muchos silicios que nos pongamos en la vida, para hacer penitencia. Seguro que habrá quien me contradiga, segurísimo, pero yo sé (y el también lo sabe) que me engaña.
La narración ” El retrato de Dorian Gray” es a mí entender una obra maestra, demasiado olvidada por su lejana publicación en el tiempo, ese maldito y bendito tiempo, que diluye todo lo bueno y todo lo malo que ocurre en nuestras vidas.
Vivir toda la existencia siendo jóvenes, y marcharnos así, sin más, un día cualquiera. Que sólo envejeciera una imagen de nosotros, prisionera en la oscuridad del profundo averno, como si fuera el perverso subconsciente, mientras el cuerpo se mantuviera en perpetua juventud.
Ser siempre jóvenes pero adquiriendo la experiencia que da el tiempo. Ser siempre jóvenes para equivocarnos y culpar a nuestra inexperiencia. Ser siempre jóvenes para amar y desamar en una vorágine de pasión continua. Ser siempre jóvenes para despreciar a los sabios, a los curanderos, a los justicieros, a los rectos, a los fuertes, a los dioses y a los demonios, a los enanos y a los gigantes…
Esto sería la vida en su esencia más pura. Lo demás, sólo es aprender a vivir, o en su último término, sobrevivir.
Pienso que soy tortuoso cuando discrepo de la moraleja del autor. Nos presenta al personaje como a un ser abyecto dado a los mil y un vicio, llevando una vida totalmente disipada, pero que se mantenía joven y sano a pesar de tan “infames” prácticas. Pues vaya pena que tenía el pobre Dorian. Ya muchos la quisieran (quisiéramos) para sí.
Como cambia el pensar y el sentir del ser humano. Desde que se ha abolido el purgatorio y en el infierno ya no quedan plazas, los mortales nos aferramos a la vida placentera como el musgo se afianza a la roca.
Creo que todos llevamos un poco de Dorian Gray dentro de nosotros, aunque algunos (lo digo sin rubor) lo quisiéramos llevar entero.
1 comentario:
Tal vez sea necesario ir sintiendo la decrepitud progresivamente, para llegar a aceptar que llega el final, para morir en paz. Será verdad eso de que algunos lo llegan a Aceptar?
Parecía, no hace mucho que Saramago lo había conseguido.
Gracias por hacerme reflexionar.
Me apunto, eh? jajjaaja
Publicar un comentario